Volar en globo sobre Marrakech: una experiencia que te robará el aliento

Hay experiencias que se viven una vez y quedan para siempre. Volar en globo sobre los paisajes que rodean Marrakech es una de ellas. Es difícil describir lo que se siente al ver salir el sol desde el cielo, rodeado de silencio, mientras la ciudad se despereza a lo lejos y otros globos flotan contigo entre los primeros rayos dorados del día.

Esta no es solo una actividad turística. Es un momento de calma, de belleza, de desconexión total. Una pausa suspendida en el aire, donde el tiempo parece detenerse. Si estás planeando viajar a Marrakech, te contamos por qué este vuelo debería estar en tu lista de imprescindibles.

La experiencia comienza de madrugada. Aún no ha salido el sol cuando te pasan a recoger por tu alojamiento en Marrakech. El aire es fresco y el ambiente está envuelto en una calma casi mágica. A medida que el coche avanza hacia las afueras, se empieza a sentir la emoción. Aunque el cielo sigue oscuro, dentro de ti ya brilla algo.

Llegas a una zona apartada, tranquila, rodeada de campo y cielo. Allí te espera el equipo del vuelo, amable y profesional. Se respira organización, pero también cercanía.

Nada más llegar al campamento, te recibe una atmósfera que mezcla la calma del amanecer con una ligera emoción compartida por todos. A esa hora, el cielo todavía está teñido de azul oscuro, y el aire fresco acaricia la piel, recordándote que el día apenas empieza.

En una carpa tradicional o junto a una mesa rústica al aire libre, te ofrecen una pequeña bienvenida: café caliente, té a la menta recién preparado, y pastas marroquíes con ese sabor a hogar que tienen las cosas hechas con cariño. Puedes probar cornes de gazelle, chebakias con miel o simples panes dulces que reconfortan el cuerpo y el alma.

Mientras saboreas el desayuno ligero, observas a tu alrededor. Algunas personas hablan en voz baja, otras miran el horizonte todavía en penumbra, y todos comparten esa mezcla de sueño, expectativa y emoción contenida. Es un momento íntimo, casi ceremonial. Un preludio perfecto para lo que está por venir.

A lo lejos, ves al equipo comenzando con los preparativos. Se nota que lo han hecho cientos de veces, pero aun así lo hacen con cuidado, con respeto por el proceso. A partir de aquí, la magia empieza a tomar forma.

Este es uno de los momentos más sorprendentes del vuelo… incluso antes de volar. Ver cómo se prepara un globo aerostático no es algo que se vea todos los días, y es fascinante.

Primero, los enormes lienzos de colores se despliegan en el suelo como alfombras mágicas esperando su hechizo. Son enormes, y parece imposible que en pocos minutos vayan a convertirse en algo que pueda volar. Luego llegan los ventiladores, potentes y ruidosos, que comienzan a introducir aire frío. Poco a poco, la tela empieza a inflarse y adquirir volumen, como si cobrara vida ante tus ojos.

Y entonces, el fuego. Grandes llamaradas emergen del quemador, rugiendo con fuerza mientras calientan el aire del interior. La temperatura cambia de golpe, el globo comienza a elevarse lentamente y, de repente, ahí está: majestuoso, imponente, suspendido en el aire como si siempre hubiera pertenecido al cielo.

Es imposible no sentirse pequeño ante esa inmensidad de color y técnica. Todo el proceso dura unos veinte minutos, y cada segundo vale la pena. Porque estás viendo cómo se fabrica un sueño.

Subir a la cesta del globo es en sí una experiencia. El piloto, tranquilo y seguro, te ayuda a acomodarte. Todo está pensado: los compartimentos, el espacio para que todos vean sin estorbarse, las explicaciones claras antes de despegar.

Y entonces… sucede. El fuego ruge una vez más, sientes una leve vibración bajo los pies, y casi sin darte cuenta, estás flotando.

No es un salto, ni un empujón, ni una sacudida. Es un ascenso suave, casi imperceptible, como si alguien levantara el mundo bajo tus pies y tú te quedaras suspendido. Miras hacia abajo y ves cómo el campamento se va haciendo pequeño. Los coches, las personas, los árboles… todo se convierte en miniatura mientras tú subes hacia un cielo que empieza a encenderse de colores.

Y justo en ese instante… el amanecer.

No se puede explicar del todo lo que se siente al estar ahí arriba, en completo silencio, mientras el sol asoma por el horizonte. Es una emoción profunda, una mezcla de asombro, tranquilidad y una especie de alegría serena que te llena el pecho.

El cielo se tiñe de naranjas, rosas, dorados. Las sombras largas se van acortando, los campos cobran vida bajo la luz cálida del sol. A lo lejos, otros globos flotan contigo, dibujando una danza silenciosa en el aire. Es como estar dentro de una pintura que se está creando en tiempo real.

El quemador suena cada ciertos minutos: un rugido breve y poderoso que calienta el aire dentro del globo para mantenerlo en altura. Y luego, silencio. Un silencio puro, que no se parece al de la noche ni al de una biblioteca. Es el silencio del cielo. Un silencio que se escucha.

No hay sensación de vértigo. El movimiento es tan suave, tan fluido, que sientes que formas parte del viento. No hay prisa, no hay distracción. Solo estás tú, flotando, observando, respirando con una calma que no sabías que necesitabas.

El vuelo dura alrededor de una hora, pero el tiempo allá arriba tiene otro ritmo. Es como si el reloj se detuviera para dejarte vivir plenamente ese instante.

Poco a poco, el piloto comienza a buscar el lugar perfecto para el aterrizaje. No hay una pista definida, porque es el viento quien guía. Pero el piloto conoce el terreno, y lo más impresionante es la comunicación constante que mantiene por radio con el equipo de tierra.

Desde lo alto puedes ver cómo varios vehículos del equipo se mueven por el campo, acercándose al punto donde el globo se está aproximando. Es como una coreografía cuidadosamente ensayada. Mientras desciendes, ellos se posicionan, listos para actuar.

El aterrizaje puede ser suave o con un ligero rebote, dependiendo del viento, pero siempre se hace con seguridad y control. En cuanto la cesta toca tierra, el equipo corre a sujetarla, impidiendo que se deslice. Se siente el contacto con el suelo, sí, pero también se siente la precisión, la experiencia, la tranquilidad de estar en buenas manos.

Y cuando finalmente todo se detiene, cuando el globo descansa sobre el campo como una criatura que ha terminado su vuelo, hay una mezcla de emociones en el ambiente: alegría, euforia, gratitud. Has vuelto a tierra, pero no eres la misma persona que despegó.

Después de la emoción del vuelo y el aterrizaje, el cuerpo empieza a pedir una pausa. Te subes de nuevo al vehículo y te llevan a la base, donde te espera una recompensa deliciosa: un desayuno marroquí tradicional, preparado con esmero.

La mesa es un festín de sabores locales: pan casero recién hecho, msemen (una especie de crepe marroquí), huevos al estilo bereber cocinados en tajine, queso fresco, mantequilla, miel, mermeladas caseras, aceitunas negras, dátiles dulces y frutas de temporada. Todo acompañado de café, zumo natural y, por supuesto, el imprescindible té a la menta.

La comida no es solo comida: es parte de la experiencia. Es sentarte a compartir con los demás pasajeros, comentar lo vivido, intercambiar miradas cómplices de “¿viste eso?”, “¿te diste cuenta del silencio?”, “no me esperaba que fuera tan bonito”.

Estás cansado, sí. Pero es ese tipo de cansancio que te llena, que te recuerda que estás vivo, que estás viajando, explorando, sintiendo. Y sabes que, aunque te queden mil cosas por ver en Marrakech, este vuelo será uno de los momentos que más recordarás. Después del desayuno, te llevan de vuelta a tu alojamiento. El día apenas empieza, pero tú ya has vivido una aventura completa, serena y vibrante a la vez. Y vuelves con la sensación de haber tocado el cielo. Literalmente.

Volar en globo sobre Marrakech no es solo una actividad para tachar de una lista. Es un regalo que te haces. Un encuentro contigo mismo, con el cielo, con el silencio, con la belleza de lo simple.

Y lo mejor es que no tienes que preocuparte por nada. Nosotros nos encargamos de organizarlo todo para que tú solo te dediques a disfrutar:

Recogida en tu alojamiento
Traslado al campamento
Café y pastas

 Desayuno tradicional
Vuelo en globo de una hora con pilotos profesionales
Acompañamiento en todo momento

Diploma de vuelo con tu nombre
Regreso cómodo a Marrakech

Si estás planeando tu viaje, no dudes en escribirnos.
Será un placer ayudarte a vivir esta experiencia única.

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