Aguinane: Uno de los oasis más bellos de Marruecos

Aguinane: Uno de los oasis más bellos de Marruecos

Aguinane: Uno de los oasis más bellos de Marruecos

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Marruecos esconde paisajes que parecen sacados de otro mundo, y el oasis de Aguinane es uno de ellos. Un oasis de montaña donde la vida se aferra al verde de las palmeras, rodeado por la aridez del Anti-Atlas y donde el tiempo parece haberse detenido.

Este no es un destino turístico convencional. Aquí, el silencio solo se rompe por el viento y el murmullo del agua en las acequias, y la sensación de aislamiento es total. Para muchos de sus habitantes, Aguinane ya es solo un recuerdo: la emigración ha reducido la población y ha dejado en pie casas de piedra que resisten el paso de los años.

Desde lo alto, el oasis parece un cul-de-sac, un rincón escondido donde la naturaleza se ha empeñado en sobrevivir. Sus terrazas escalonadas, las aldeas dispersas y la inmensidad del paisaje que lo rodea hacen de este lugar uno de los más impresionantes de Marruecos.

Aguinane no es un lugar que se encuentre por casualidad. Para llegar aquí, hay que recorrer el Anti-Atlas más remoto, atravesando montañas de roca desnuda y caminos de tierra que parecen perderse en el horizonte.

La carretera termina y solo quedan dos opciones: seguir la pista que baja hasta el palmeral o caminar hasta el borde del acantilado para ver el oasis desde arriba, en toda su inmensidad. Es una vista que corta la respiración, un contraste imposible entre el árido desierto y el valle verde que se esconde en lo más profundo.

Y una vez abajo, el ritmo cambia. Las palmeras proyectan sombras frescas, los canales de agua trazan líneas en la tierra y el sol filtra su luz entre las hojas. Aguinane es un mundo aparte.

El oasis no es un solo pueblo, sino cinco aldeas separadas entre sí, dispersas entre el palmeral y las terrazas de cultivo. Pero cada vez quedan menos habitantes. Muchos han emigrado en busca de oportunidades, dejando atrás casas de piedra que aún resisten el tiempo, aunque algunas ya han sido sustituidas por ladrillos modernos.

El pueblo principal es el corazón del oasis, donde todavía se mantiene la vida comunitaria alrededor de la fuente, un pequeño estante con provisiones básicas y la mezquita. Aquí también se encuentran los restos del antiguo granero colectivo, símbolo de tiempos en los que la autosuficiencia era la clave de la supervivencia. A pesar de la emigración, la esencia de Aguinane sigue intacta. La tierra se sigue trabajando, los niños siguen jugando entre las casas y los ancianos aún cuentan historias sobre cómo era la vida en el oasis en sus tiempos de mayor esplendor.

Aguinane es un oasis de montaña, de supervivencia, de adaptación. Aquí, la vida se construye alrededor del agua, que llega desde el subsuelo y se reparte entre las terrazas de cultivo mediante un sistema de acequias tradicional.

Los cultivos principales son los dátiles, el trigo y las hortalizas, productos básicos que permiten a las familias aprovechar los recursos del oasis sin depender del exterior.

Las casas, construidas exclusivamente en piedra, se han mantenido durante generaciones, integradas en el paisaje de forma natural. Algunas han sido restauradas con ladrillo, señal de que el tiempo avanza, aunque lentamente.

Aquí no hay grandes mercados ni tráfico de turistas. El día transcurre en calma, con la única compañía del sol filtrándose entre las palmeras y el sonido del agua que sigue su curso.

Mientras que Aguinane es un oasis que se oculta en el valle, Assarrakh domina la montaña. No está en el oasis, sino en lo más alto, mirando desde la distancia, como un guardián silencioso de la historia de esta región.

Para llegar hasta allí, se puede tomar una pista de tierra que serpentea hasta la cima, recorriendo un camino polvoriento que en su día fue transitado por comerciantes y viajeros. La otra opción es ascender por un sendero abrupto que sube desde el otro lado del palmeral, una ruta más corta pero empinada, la misma que utilizan los locales.

Arriba, la kasbah de Assarrakh sigue en pie, testigo de un pasado de dominio y resistencia. Frente a ella, los restos de su antiguo granero colectivo (agadir) cuentan una historia de conquista y transformación.

Los hermanos Thami y Madani El Glaoui, tras la campaña de 1913 contra los Aït Ouaouzguit, destruyeron la mayoría de los graneros de la zona. Sin embargo, algunos fueron convertidos en residencias para sus jalifas, como ocurrió con el de Assarrakh.

A este granero se le añadió una planta de adobe decorada con merlones, mientras las antiguas celdas de grano fueron reutilizadas para almacenar los tributos en especie recaudados por el khalifa. Lo que antes era símbolo de autonomía y resistencia bereber, se convirtió en un símbolo de dominación.

Hoy, estas ruinas son testigos silenciosos de un pasado de luchas, poder y supervivencia, donde cada piedra cuenta una historia.

Aguinane es uno de esos lugares que se sienten más que se explican. Es el Marruecos remoto, el de los caminos de tierra, el de las aldeas donde el tiempo va más despacio.

Es un lugar para detenerse, para escuchar el viento en la montaña, para ver cómo el sol juega con las sombras del palmeral. Desde lo alto, el oasis es un cuadro vivo, un contraste que parece imposible.

Este es uno de mis lugares favoritos. No solo por su belleza, sino porque aún conserva esa sensación de lugar inexplorado, ajeno al paso del turismo.

Aquí solo hay dos pequeños albergues, sencillos pero con todo el encanto que puede tener un rincón tan aislado. Nos encanta llevar a nuestros viajeros hasta aquí, porque sabemos que lo que encontrarán es más que un paisaje: es una experiencia, una conexión con un Marruecos que pocos han visto.

Aguinane no se visita, se descubre. No se olvida, se queda contigo.

4 respuestas a «Aguinane: Uno de los oasis más bellos de Marruecos»

    1. Hola Pedro:
      Está demasiado lejos como para hacer una excursión pero hacemos algunos viajes en los que pasamos por allí y no solo hay eso, sino que más lejos llevamos a los viajeros a conocer unos graneros increíbles y totalmente desconocidos. Si quieres podemos hablar y te lo explico pero te aseguro que merece la pena llegar hasta allí

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