Los Graneros del Norte de África. Parte 2

Los Graneros del Norte de África. Parte 2

Los Graneros del Norte de África. Parte 2

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En el corazón de la vida tradicional de algunas comunidades bereberes, los graneros comunitarios no solo sirven como almacenes, sino que tienen un papel central que trasciende el simple resguardo de cosechas. A lo largo de los años, estas estructuras de piedra han funcionado como el lugar de custodia de lo esencial para la vida diaria y la supervivencia de las familias. No solo guardan cereales como la cebada, sino también alimentos como almendras, nueces de argán, dátiles y higos, además de bienes de valor y objetos simbólicos como la mantequilla, miel, aceite en cántaros de cerámica, y hasta piedras de sal y pieles de cordero. Aquí se pueden encontrar incluso las joyas, documentos familiares y en otros tiempos, las armas y municiones que defendían a la comunidad.

Pero más allá de lo práctico, estos graneros tienen otras funciones que son vitales para la vida comunitaria. En tiempos de conflicto, actuaban como fortalezas donde las personas y el ganado podían refugiarse de los ataques, resguardados tras muros fuertes y seguros. Además, en muchas aldeas, el granero también servía como lugar de encuentro para las asambleas de líderes locales, quienes se reunían para resolver disputas, tomar decisiones importantes y garantizar el bienestar de todos. Esta conexión entre el granero y las raíces de la vida social es tan profunda que algunos incluso se utilizaban como mercados temporales. En el pueblo de Taguemout, por ejemplo, el granero contaba con un amplio patio destinado a ser utilizado como zoco, cumpliendo la función de mercado para el intercambio de productos.

La construcción de un granero comunitario era una decisión colectiva, tomada por los cabezas de familia en la aldea o entre miembros de un clan o tribu. Una vez decidido el lugar, se dividían las responsabilidades: cada familia construía su propio compartimento de almacenaje, mientras que las zonas comunes corrían a cargo de todos. Las familias menos favorecidas, que no podían costear su propio compartimento, podían guardar su grano en sacos en el corredor de la entrada, un recordatorio de que la ayuda y el apoyo mutuo son también elementos clave en este sistema.

Para la gestión diaria del granero, se elegían entre cinco y diez representantes de las familias, quienes tomaban decisiones sobre su funcionamiento y actuaban como consejo de administración. Este grupo de guardianes era supervisado a su vez por un guarda, quien vigilaba las entradas y salidas y protegía las provisiones.

El guarda, responsable en todo momento de la seguridad del granero, estaba presente día y noche, con la única llave en su poder. La dedicación de estos guardianes era total: utilizaban largas agujas, llamadas *isegni*, para pinchar los sacos de grano que ingresaban los miembros de la comunidad a lomos de mula o asno, asegurándose de que no ocultaran a personas con intenciones de infiltrarse. Esta práctica, tan curiosa como vital, existía porque, en ciertos momentos de la historia, se dieron casos de traición en los que miembros de la misma comunidad colaboraban con tribus enemigas. Al anochecer, el guarda cerraba la puerta hasta el amanecer, y por su trabajo recibía una compensación, generalmente en especie, además de regalos en época de cosecha. Curiosamente, en algunas comunidades como la de Ida ou Kensous en el Anti-Atlas, los guardianes eran principalmente mujeres.

La recolección de las cosechas estaba impregnada de tradición. En algunas aldeas, como en Ida Ougnidif, los rituales para llenar las cámaras de los graneros eran ceremonias donde los granos se llevaban hasta el agadir (granero) por jóvenes y, una vez dentro, se vertían en cofres de tierra mientras se colocaban amuletos para proteger la cosecha. Un viernes o domingo, la familia realizaba una pequeña ceremonia: comía pan amasado con harina especial en el lugar, para atraer la *baraka*, una bendición que buscaba la prosperidad para toda la comunidad.

Estos graneros, únicos en su funcionalidad y diseño, se construyen en lugares estratégicos con distintas categorías según su ubicación. Los graneros de barranco, por ejemplo, se localizan en cavidades de acantilados y cuentan con túneles o corredores en la roca, suspendidos en paredes escarpadas. Aunque son incómodos para sus usuarios, estas posiciones dificultan su acceso, ofreciendo una protección inigualable en tiempos de conflicto. El granero de Aouchgal en el Gran Atlas central, con cerca de cuatrocientos compartimentos, es un testimonio impactante de esta ingeniería ancestral.

También se encuentran los graneros en crestas de montañas abruptas, verdaderas fortalezas con muros elevados y torres de vigilancia. La construcción de estos graneros sigue los contornos naturales y ofrece espacios para que los vigilantes realicen rondas de seguridad. Son especialmente comunes en el Anti-Atlas, en la vertiente hacia el Sahara, donde las incursiones de tribus nómadas eran frecuentes.

Los graneros en cumbres son otro tipo fascinante. Situados en colinas menos empinadas, ofrecen una mejor distribución del espacio y permiten almacenar grano hasta por treinta años gracias a la ventilación adecuada y la ausencia de insectos. Los graneros de poblado, situados en el centro o en lugares elevados del mismo, se construían para supervisar las rutas de acceso y proteger la aldea. Algunos de estos graneros se camuflan en las aldeas y otros se mantienen en enclaves prominentes, rodeados de elementos defensivos.

Por último, los graneros en llanuras son los menos comunes y, en algunos casos, contaban con un santuario en su interior para disuadir a posibles ladrones, haciendo que estos lugares tuvieran un valor tanto estratégico como simbólico.

Dentro de estas construcciones encontramos una distribución funcional y práctica. Los graneros de corredor, por ejemplo, tienen un pasillo central largo y estrecho flanqueado por compartimentos que se extienden en varios niveles. Las cámaras se cierran con puertas de madera y tienen pequeñas losas llamadas *asukfal* que permiten acceder a los pisos superiores. Los graneros de patio, en cambio, rodean un espacio abierto y suelen presentar compartimentos más anchos que profundos, lo cual permite la subdivisión con el tiempo.

Algunos graneros más compactos optan por una estructura de vestíbulo, un espacio cubierto alrededor del cual se distribuyen las celdas de almacenamiento. En aquellos que cuentan con un hueco en el centro de la cubierta, se aprovecha para la ventilación y luminosidad. Cada compartimento suele medir unos 180 centímetros de ancho y en su interior se organizan distintas secciones: los bienes más preciados se guardan en el fondo, mientras que las jarras de miel, aceite, y otros elementos de valor ocupan las áreas exteriores.

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