Introducción: cuando las piedras hablan
En medio del desierto, en las laderas del Anti-Atlas o al borde de cañones solitarios, las piedras hablan. No en voz alta, sino con trazos grabados por manos humanas hace miles de años. Los grabados rupestres de Marruecos son una de las huellas más antiguas de la presencia humana en el norte de África, testigos silenciosos de un pasado remoto que aún late bajo el polvo.
Lo que hace a Marruecos especialmente rico en este tipo de arte rupestre es su historia geológica y climática. Hace miles de años, gran parte de lo que hoy es desierto era una sabana fértil, atravesada por manadas de elefantes, jirafas, avestruces y otros grandes mamíferos. En este entorno más húmedo y lleno de vida, los antiguos habitantes de estas tierras dejaron su huella en la piedra, representando la fauna que los rodeaba, las escenas de caza, los símbolos de sus creencias y los rituales de su vida cotidiana. Muchos de estos grabados son, de hecho, la única evidencia que tenemos de cómo era el paisaje y la fauna en aquellos tiempos.

¿Qué son los grabados rupestres?
Los grabados rupestres (también llamados petroglifos) son representaciones simbólicas o figurativas realizadas sobre la superficie de las rocas, eliminando parte de la pátina natural para dejar visible un trazo o una figura. A diferencia de las pinturas rupestres, que utilizaban pigmentos, los grabados son incisiones, raspados o percusiones sobre la piedra.
En Marruecos, estos grabados aparecen en decenas de regiones distintas: en montañas, oasis, valles o zonas de tránsito de antiguos pueblos nómadas. Su variedad es enorme, desde figuras de animales salvajes hoy extintos en la zona, hasta armas, escenas de caza, figuras humanas o motivos abstractos.
¿Quiénes los hacían?
Aunque no se conoce con certeza la organización social de quienes realizaban estos grabados, todo indica que no cualquiera los ejecutaba. Es probable que existieran personas especializadas o con un rol específico dentro del grupo: individuos que, por sus habilidades técnicas o su conexión espiritual, eran los encargados de plasmar los símbolos en la piedra.
Estos grabadores pudieron haber recibido una transmisión oral y práctica del conocimiento, aprendiendo de mayores, repitiendo gestos, comprendiendo los significados y los lugares adecuados. Es posible que sus herramientas y su saber fuesen respetados por el grupo, y que incluso tuvieran un rol ritual o de liderazgo simbólico.
La figura del grabador no era solo la de un artesano, sino la de un mediador entre el mundo visible y el invisible, entre la comunidad y sus creencias, entre el presente y la memoria.
Los grabados rupestres (también llamados petroglifos) son representaciones simbólicas o figurativas realizadas sobre la superficie de las rocas, eliminando parte de la pátina natural para dejar visible un trazo o una figura. A diferencia de las pinturas rupestres, que utilizaban pigmentos, los grabados son incisiones, raspados o percusiones sobre la piedra.
En Marruecos, estos grabados aparecen en decenas de regiones distintas: en montañas, oasis, valles o zonas de tránsito de antiguos pueblos nómadas. Su variedad es enorme, desde figuras de animales salvajes hoy extintos en la zona, hasta armas, escenas de caza, figuras humanas o motivos abstractos.

Técnicas utilizadas para grabar la piedra
Los antiguos habitantes de estas tierras usaban herramientas de piedra más dura (como sílex o cuarzo) y, en épocas más recientes, herramientas metálicas. Grababan por percusión directa, golpeando la superficie, o por incisión, raspando con fuerza. Algunas figuras se hacían golpeando la roca repetidamente hasta desgastarla y revelar un trazo claro, otras combinaban técnicas para lograr detalles.
Algunas figuras son simples y esquemáticas; otras, en cambio, muestran un grado de detalle que impresiona aún hoy, como animales en movimiento, escenas de caza o símbolos geométricos. El estilo y la profundidad de los grabados varía según la época y la región.

¿Por qué se realizaban estos grabados?
El verdadero sentido de estos grabados se ha perdido en el tiempo, pero hay algo que debemos tener muy claro como viajeros: no eran meros dibujos decorativos ni caprichos artísticos. Cada trazo tenía una intención, un propósito, una función dentro del universo simbólico de quienes los crearon.
Finalidad espiritual y ritual
En muchas culturas antiguas, grabar en la piedra era un acto cargado de significado espiritual. Se cree que muchas de estas imágenes estaban vinculadas a rituales de caza o fertilidad, invocaciones a los espíritus del territorio, peticiones a las fuerzas de la naturaleza o formas de comunicarse con los ancestros. La presencia de ciertos animales, repetidos una y otra vez, podría tener un valor totémico o protector.
Marcas territoriales y rutas
En otras ocasiones, los grabados podrían haber funcionado como marcadores simbólicos del territorio, delimitando zonas de paso, rutas migratorias o lugares considerados sagrados. Algunos se encuentran en puntos clave del paisaje: pasos naturales, cruces de caminos, entradas a valles o abrigos rocosos con agua.
Relatos visuales y memoria colectiva
Muchos de los grabados parecen contar historias: escenas de caza, enfrentamientos, danzas, figuras humanas con adornos. Podrían haber sido una forma de dejar constancia de acontecimientos importantes o de transmitir enseñanzas dentro del grupo. Una especie de archivo visual de la comunidad, esculpido en piedra para resistir el paso del tiempo.
Identidad y pertenencia
También es posible que estas expresiones tuvieran un sentido de identidad colectiva. Al dejar su marca en ciertos lugares, los grupos humanos se reconocían a sí mismos, se diferenciaban de otros, establecían su presencia. Algunos símbolos se repiten en distintas regiones, lo que sugiere vínculos culturales o desplazamientos de pueblos que compartían códigos comunes.
En definitiva, los grabados rupestres nos hablan de lo que a esas personas les importaba: los animales que cazaban, los espíritus que temían o reverenciaban, las rutas que seguían, las historias que querían conservar. Son una forma de pensamiento visual, de comunicación silenciosa que aún hoy nos interpela desde la piedra.
El verdadero sentido de estos grabados se ha perdido en el tiempo, pero se han propuesto varias interpretaciones:
- Espirituales o rituales, posiblemente vinculados a la caza, a la fertilidad o a creencias ancestrales.
- Sociales o territoriales, como forma de marcar rutas, pasos o límites.
- Narrativas, ilustrando escenas de la vida diaria, conflictos o celebraciones.
- Identitarias, reforzando la pertenencia a un grupo o clan.
Lo que sí está claro es que eran más que simples dibujos: eran una forma de comunicación profundamente simbólica. Su ubicación en lugares concretos también sugiere que estaban pensados para ser vistos por ciertos grupos, en ciertos momentos. Eran parte de la vida espiritual y social de quienes los grabaron.

Cuatro emplazamientos clave de grabados rupestres en Marruecos
1. Jebel Zireg (región de Tata)
En pleno desierto pedregoso del sur de Marruecos, el macizo de Jebel Zireg se alza como un oasis de historia: afloramientos de roca solitaria salpican la llanura, muchos de ellos cubiertos por grabados milenarios. Se han identificado décenas de figuras, entre las que destacan animales ya extintos en la zona —como jirafas, elefantes, antílopes y avestruces—, imágenes que nos hablan de una sabana más húmeda y fértil de hace miles de años.
Este enclave es particularmente valioso porque sus grabados están muy erosionados, lo que indica una antigüedad extrema, probablemente del periodo bubalino (más de 5.000 años). Aparecen tanto animales solitarios como escenas organizadas, a veces difíciles de interpretar, pero de enorme fuerza simbólica.
Visitar Jebel Zireg es una experiencia sensorial y espiritual: el silencio es total, no hay caminos marcados, y los bloques de roca parecen colocados adrede como altares dispersos. Caminar entre ellos es como recorrer un santuario al aire libre, donde cada piedra puede contener un mensaje del pasado. En ocasiones, uno puede pasar horas sin cruzarse con nadie.
El paisaje que lo rodea es igualmente impactante: vastas extensiones de hamada, montañas bajas de tonos ocres y un cielo inmenso. No es un lugar turístico, y quizás por eso conserva todavía su autenticidad. Solo los viajeros más curiosos, los que desean ir más allá de lo obvio, encuentran su camino hasta aquí.

2. Oum Laâchar (cerca de Figuig)
Situado en el extremo oriental de Marruecos, cerca del oasis de Figuig y de la frontera con Argelia, el enclave rupestre de Oum Laâchar es uno de los más extensos y enigmáticos del país. Se encuentra sobre una meseta aislada, entre cañones y formaciones rocosas erosionadas por el viento, en un entorno duro, seco y espectacular.
Lo que hace único a este lugar es la riqueza y variedad de sus grabados: escenas de lucha, figuras humanas con armas, animales salvajes como leones, avestruces o bóvidos, y símbolos abstractos que aún no han sido plenamente interpretados. Muchas figuras humanas aparecen enfrentadas, lo que sugiere representaciones de conflictos o rituales guerreros. Las proporciones exageradas de algunos cuerpos y cabezas, junto con la posición frontal, denotan una intención simbólica más que naturalista.
Los grabados se distribuyen en grandes bloques de piedra, algunos de ellos solitarios, otros en conjuntos que parecen organizados con intención. Es como si ciertas zonas hubiesen sido espacios rituales, centros de reunión o lugares de paso marcados por generaciones.
Para los investigadores, Oum Laâchar representa un verdadero laboratorio a cielo abierto. Hay una combinación de estilos que podrían pertenecer a épocas distintas, lo que indica que fue un sitio frecuentado durante siglos. Para el viajero, es un lugar que impone por su fuerza visual y su energía: el contraste entre la dureza del paisaje y la sensibilidad de los trazos conmueve profundamente.
Visitar este enclave es adentrarse en la memoria visual de un pueblo que dejó su pensamiento y su experiencia grabada en piedra, en un rincón del mundo donde el tiempo parece suspendido.

3. Aït Ouazik (cerca de Tazzarine, Anti-Atlas)
Aït Ouazik es uno de los yacimientos rupestres más accesibles y conocidos de Marruecos, situado en las cercanías del pueblo de Tazzarine, en el Anti-Atlas oriental. Se trata de una extensa zona de afloramientos rocosos donde se han identificado centenares de grabados distribuidos en bloques dispersos, muchos de ellos fácilmente visibles y en excelente estado de conservación.
Los motivos son variados y fascinantes: búfalos, avestruces, felinos, bóvidos con cuernos largos, figuras humanas en actitud de caza o ritual, y símbolos abstractos que aún no tienen una interpretación definitiva. Algunas escenas muestran animales acompañados por figuras humanas, posiblemente chamanes, cazadores o jefes de clan. Otras representan signos enigmáticos que podrían corresponder a sistemas de comunicación simbólica o religiosa.
Los grabados destacan por su calidad técnica. Algunos están realizados con una precisión asombrosa, líneas limpias, proporciones equilibradas y detalles como colas, pezuñas o armas, lo que sugiere una gran destreza por parte de los grabadores. También se pueden observar diferentes estilos y técnicas, lo que indica que este lugar fue frecuentado y reutilizado durante generaciones.
El entorno de Aït Ouazik es igualmente impactante: un paisaje árido y mineral, con montañas rojizas, valles abiertos y un cielo inmenso. Aquí, la experiencia del viajero se convierte en una contemplación tranquila y profunda. Es un lugar ideal para una primera toma de contacto con el arte rupestre del sur marroquí, accesible desde rutas habituales pero con una sensación de descubrimiento intacta.

4. Yagour (Alto Atlas)
El plateau de Yagour es un extenso altiplano situado entre los 2.000 y los 2.700 metros de altitud, al sureste de Marrakech, entre los valles de Ourika y Zat. Rodeado de cumbres y gargantas, este lugar alberga una de las mayores concentraciones de grabados rupestres de Marruecos, con más de mil figuras repartidas sobre superficies de arenisca rojiza.
Entre los grabados se encuentran animales como bóvidos, rinocerontes, leones, antílopes y avestruces, figuras humanas portando armas, símbolos geométricos como espirales, cruces, escudos y motivos solares. Muchas de estas escenas están relacionadas con el mundo del pastoreo, la guerra, la caza y lo ritual. Algunas inscripciones se han identificado incluso en proto-Tifinagh, el alfabeto ancestral de los amazighs.
Este espacio fue y sigue siendo utilizado por las comunidades locales como zona de pastoreo estival, dentro del sistema tradicional de gestión de recursos conocido como agdal. Cada verano, decenas de familias suben con sus rebaños a estos altos pastos, reproduciendo prácticas milenarias que probablemente ya existían en tiempos de los grabadores.
Yagour no solo es un lugar con grabados: es un paisaje habitado, vivido, con una atmósfera mágica. La niebla que se desliza por las cumbres, el silencio roto por el viento, y el eco de los pasos entre las piedras crean una experiencia profundamente conmovedora para quienes lo visitan. Es uno de esos lugares donde naturaleza, historia y cultura se entrelazan de forma viva y poderosa.

5. Tizi n’Tirguist (Alto Atlas, cerca de Azilal)
Ubicado en un paso de montaña a más de 2.300 m de altitud, Tizi n’Tirguist es un enclave rupestre fascinante y poco conocido, escondido entre las cumbres del Alto Atlas central. En este lugar se encuentran losas de gres rosa grabadas con figuras humanas, animales y símbolos geométricos, muchas de ellas organizadas en un pequeño recinto de piedras que parece haber servido como delimitación ritual o protectora.
Entre los motivos destacan escenas de guerra o lucha, jinetes armados, animales en actitud defensiva, armas como lanzas o espadas, discos solares y otros signos interpretados como escudos o emblemas. Todo ello sugiere una iconografía cargada de simbolismo, quizás asociada a conflictos tribales o rituales de prestigio.
Este yacimiento fue estudiado por primera vez en los años 50 por el abate Glory, y algunos investigadores lo datan en torno al primer milenio a.C., aunque puede haber fases más antiguas y posteriores. Lo que sí es evidente es su importancia cultural en un territorio donde los pastores nómadas seguían utilizando estos pasos hasta hace pocas generaciones.
El entorno es impresionante: soledad, viento, rocas pulidas por el tiempo, y una energía que parece flotar en el aire. Tizi n’Tirguist sigue siendo un lugar sin protección oficial, vulnerable al deterioro natural y humano, pero con un valor arqueológico y simbólico inmenso.

¿Y si lo descubres tú mismo?
Viajar para ver grabados rupestres no es solo observar piedras talladas: es conectar con el tiempo profundo, con aquello que el ser humano sintió la necesidad de dejar grabado para siempre.
En Atar Experience llevamos años recorriendo Marruecos para encontrar estos lugares escondidos, fuera de las rutas trilladas, donde uno puede sentir la historia con la piel y no solo con los ojos. Algunos de estos enclaves los visitamos en nuestras rutas privadas o grupales, siempre con respeto, emoción y ganas de compartir lo que aún perdura.
¿Te gustaría descubrirlos en tu próximo viaje?
Pregúntanos. Sabemos cómo llegar.
PD: Tengo tantísimas fotos de tantos viajes, desde hace mucho tiempo, que ya no sé cuál es cuál y a que lugar pertenecen. Así que , disculpa si alguna foto no coincide con el yacimiento en el artículo.
2 respuestas a «Grabados rupestres en Marruecos: huellas milenarias en la piedra»
para ponerme en contacto contigo personalmente para unas serie de preguntas
gracias
Hola Gabriel, pues me puedes escribir por whatsapp al 00212610467890. Un saludo